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Foto del escritorHortus Domi

Pon un huerto en tu familia y verás frutos de por vida




Cultivar tu propio alimento en casa es un gran primer paso hacia un estilo de vida más sano, autosostenible y consciente. Pero más allá de todas las ventajas que puede suponer para tu salud y el cuidado del medio ambiente, para mí, hay un factor clave dentro de esta gran solución orgánica. Un ingrediente mágico que cuando se añade a esta receta natural, despierta nuevos sabores, colores y sensaciones...

¿Sabes cuál es?

Que las niñas y niños también sean parte de esta aventura hortelana.



LOS BENEFICIO DE LOS NIÑOS EN EL HUERTO



Lo digo por experiencia. Tanto en casa, como siendo profe de colegios, a lo largo de estos años he descubierto que la horticultura es una de las cosas más importantes y esenciales que hay que enseñar a los peques, y creo que todos deberían nutrirse de esta maravillosa actividad.

Como curiosos que son, el contacto con la naturaleza los asombra, los motiva e influye muchísimo en sus vidas.

La continua convivencia, el cuidado, la comprensión y el respeto hacia todo ser vivo, marcan una gran diferencia en su joven vida, y de hecho, los marca para siempre.

Aunque nunca es demasiado tarde para empezar a cultivar, cuando adoptan este estilo de vida desde tan pequeños, no tardan en recolectar frutos. Es algo muy bonito de presenciar.


Verlos jugar, observar y experimentar con la tierra no tiene precio. Me encanta ver cómo

aprenden que todo transcurre a su debido tiempo, y me emociona cuando se ilusionan porque ha salido un tomate nuevo.

Hoy soy consciente de todo lo que mis hijas e hijo han ganado con tan poco. Y por eso quiero profundizar en los aspectos que mejor aportan a su crecimiento.

Estas son algunas de las ventajas que brinda la horticultura para niños.



ESTIMULA SU DESARROLLO



En un huerto hay mucho para hacer, tocar y ver. En cuanto cultivan sus propios alimentos, todos sus sentidos se activan y aprenden sobre muchas materias de la vida. Saben reconocer plantas, descubren olores, colores, sabores. Incluso aprenden a contar, a pesar, o cocinar, siempre de una manera lúdica y divertida.

Cuando crecen en un ambiente enriquecido y didáctico, se estimula su aprendizaje cognitivo.

En más de una ocasión he comentado que del ensayo y error es de lo que más aprendemos. Y ellos que son esponjas, absorben cada aprendizaje con toda su atención.



MEJORA SU INTELECTO


Cuando observan, estudian y analizan, se concentran mejor, se activa su curiosidad y su interés científico.


Con un huerto en casa, lo primero que distinguen es que las verduras no crecen en el súper.

Hay una diferencia brutal entre ver salir un kilo de patatas de una bolsa plástica, a verla salir de la tierra; esa misma que antes han preparado, regado, cuidado y tratado, para unos meses después, degustar el premio final.

¡No hay cultura si no hay agricultura!

Formar parte de ese proceso estimula su inteligencia, cultura y autonomía, porque entienden de dónde vienen los alimentos y descubren que tienen una gran influencia sobre lo que los rodea.



FORTALECE SU CRECIMIENTO



Cualquier ser vivo necesita de una buena alimentación para crecer mejor.

Cuidarse no va solo de verse bien, sino de sentirse bien. Y cuanto antes aprenden buenos hábitos alimenticios, mejor los asientan, y lo terminan convirtiendo en un estilo de vida sano.

Además, cuando crecen con productos 100 % naturales y de km 0, alimentan el consumo consciente, que a la larga impacta en la sociedad de manera integral.

Un huerto familiar en casa es uno de los mejores incentivos que existen para comer bien, ¿cómo resistirse a tantos vegetales variados si están en el patio de casa?, ¡no te imaginas lo amantes del brócoli que pueden llegar a ser!



INCULCA VALORES IMPORTANTES



Esta es mi parte favorita de compartir la huerta con mis retoños. ¡Es brutal lo que se nutren

como personas al estar en contacto con la naturaleza!


Cuando cultivan aprenden a respetar y valorar todas las formas de vida, sin importar cuántas patas tengan. Se enamoran de los insectos y la fauna del huerto, entienden la importancia de un equilibrio saludable que protege la biodiversidad.

También aprenden a ser más responsables, al hacerse cargo de una semilla, regándola,

cuidándola, y dándole amor.

Con sus manos, sienten los organismos, comprenden lo que es una tierra viva y se preocupan por el medio ambiente. Se vuelven más conscientes y se inician en la sostenibilidad.

Se convierten en auténticos diseñadores de su futuro.



COMBATE EL SEDENTARISMO




Más allá de lo que aporta la alimentación, su físico también mejora en otros sentidos.


Se ejercitan de una manera muy entretenida y didáctica, jugando y experimentando. Su cuerpo se mantiene activo y dinámico, mientras disfrutan de estar al aire libre.

Además, al ser un trabajo manual de precisión y coordinación visual, también mejora su motricidad fina.

Hoy en día, con todas las tentaciones digitales que existen, lo mejor que podemos hacer es educarlos hacia un estilo de vida activo, con tal de prevenir el silencioso pero peligroso sedentarismo, y orientarlos hacia costumbres más saludables.

Y una de las maneras más nutritivas de hacerlo es a través de un huerto familiar en casa.



CULTIVA LA PACIENCIA Y LA CONSTANCIA



Cuando los peques cultivan, cambia su percepción sobre el esfuerzo que hay detrás de lo que se

llevan a la boca, porque saben lo que cuesta que esa verdura crezca.


De primera mano entienden lo que es la paciencia, el tener que esperar por determinados procesos que requieren de cierto tiempo. Entonces, por inercia, aprenden que la naturaleza tiene su ritmo y espacio.

Que aprendan sobre la constancia y la paciencia a tan temprana edad es una gran ventaja a futuro, porque a lo largo de su vida deberán saber esperar. Tenerlo incorporado en su día a día les ayuda a evitar frustraciones, e incluso ansiedades.

Al final, aprenden a gestionar mejor sus emociones.



ENSEÑA EL CICLO NATURAL DE LA VIDA



De la misma manera, también entienden que hay cosas que no pueden controlar, como el clima. Por lo que, aprenden a adaptarse al tiempo y actuar a favor de él.

Así, comprenden las estaciones del año, lo que toca cosechar en cada época, las diferentes plantas autóctonas, los ciclos reproductivos... pero sobre todo, entienden que no todo es cuando quieren, sino que hay momentos y momentos, y que de poco (o nada) sirve forzar lo que naturalmente no fluye.

Esto, intuitivamente los conecta con el curso natural de la vida, los ayuda a visualizar de manera práctica que somos un todo, y que cada parte es importante.



ESTIMULA LA RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS



En lugar de frustrarse, encuentran soluciones.

La aventura de cultivar les enseña a enfrentarse a la adversidad, porque siempre existen los factores impredecibles. Desde un granizo, hasta un vendaval, en ocasiones una sequía o una inoportuna inundación.


Aquí nosotros tenemos el papel de motivarlos para que no se desanimen ni se ofendan contra algo que no pueden calcular y que escapa de sus manos.

Impulsándolos a volver a plantar y seguir, ya le estamos aportando un gran valor a su desarrollo, enseñándoles que un tropiezo nunca es caída, que vale más mantener la frente en alto, y que de todo se puede aprender, siempre.


Y por supuesto, ¡que siempre habrá más verduritas por cosechar!


PROMUEVE EL TRABAJO EN EQUIPO



Compartir es vivir. Nada más bonito que disfrutar el huerto en familia, con amigos o compañeros. Cuando cultivamos juntos, los vínculos se refuerzan. Por eso siempre digo que juntos es mejor.

El saber acompañar y cooperar con los demás los ayuda a alejarse del individualismo, se enriquecen de las relaciones intergeneracionales y se nutren de la sabiduría de los demás. ¡Y viceversa!, es alucinante lo que ellos nos enseñan también.

Las actividades grupales siempre son buenas porque los impulsa a ser más sociables, empáticos, y amables. Por eso, un huerto familiar es una gran manera de prepararlos para insertarse en la sociedad y vivir en comunidad.

ACTIVA LA MOTIVACIÓN INTERNA



Existen muchas maneras de aprender, pero hay algunos métodos que se nos graban mejor en la

piel, y uno de ellos es el impulso de hacer algo por mera motivación propia.


Los incentivos externos pueden servir por un rato, pero cuando son internos, el aprendizaje nace del disfrute y la recompensa se vuelve más íntima y personal.

Cuando los peques cultivan su propio alimento, se motivan a comer sano desde un estímulo positivo. Porque nadie les obliga a comer sus verduras y hortalizas, sino que son ellos mismos los que se ilusionan por saborearlas, porque han sido parte de todo su crecimiento.

Experimentar lo que les da la tierra a través del contacto y la creación, despierta una gratitud hacia la comida, además refuerza su autoestima.



COSECHEMOS CON NUESTRAS MANOS UN FUTURO MÁS SANO



Como has podido notar, poner un huerto en la vida de nuestros hijos trae beneficios y aprendizajes para toda la familia.

Como padre que soy, puedo decirte que nada se compara con la sensación de ver a tus peques explorando lo que les da la naturaleza, investigando y observando la tierra, embarrándose las manos con los cultivos, emocionándose con el sabor de una sandía, aunque aún no sepan decir palabras.

Es una auténtica pasada, y una bellísima satisfacción poder darles esa oportunidad desde la cuna.

De hecho, creo que es algo que todo ser humano debería de experimentar aunque sea una vez en la vida. Porque es una actividad que te hace ver el mundo con otros ojos; te transforma, desde el respeto, el cuidado y el amor. Y es importante que tanto adultos como jóvenes lo tengamos presente.

Porque entre todos, con consciencia e iniciativa, podemos crear un cambio sano y real.

Es cierto que tener un huerto no basta para salvar el planeta; pero siempre podremos controlar la huella que dejamos, gritarle al mundo por qué amamos cultivar y cómo soñamos que todos los hogares se llenen de jardines comestibles.

Así que, esta no es la primera ni la última vez que me verás hablando sobre las ventajas de cultivar en familia. Todavía tengo mucho que decir, aún quedan muchas familias por ayudar y niños por enseñar.

Y tú, ¿has tenido la oportunidad de ver los peques en acción en el huerto?, me encantará saber qué es lo más bonito que te has llevado de eso.

Yo disfruto y me lleno de felicidad al ver a los míos llegar a la cocina con una cesta llena de verduras que ellos mismo han cosechado. Se me esboza una sonrisa de tan solo recordarlo. Ya ves qué emocionante es cultivar :’).

Solo una cosa te voy a avisar, eso sí...

Este es un viaje de ida sin billete de vuelta, pero la retribución es de por vida ;).


¿Qué me dices?, ¿te apuntas?





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