Vivimos en tiempos urbanos y tecnológicos donde salir a caminar por el campo, jugar con la tierra, observar la naturaleza... ha dejado de ser prioritario. Pero lo necesitamos, nos hace mucha falta tocar, oler, sentir el aire puro en nuestras caras para poder seguir después en nuestra vida diaria de manera sana.
Los niños también tienen este déficit de tierra. En los colegios y parques públicos cada vez hay menos arena, menos zonas arboladas y menos tierra con la que jugar. Reinan los patios asfaltados y el cemento.
Los beneficios de tocar, jugar y trabajar la tierra son muchos y tener un pequeño huerto en casa, en el balcón, en la terraza o en el jardín ayuda a cubrir estas necesidades sin tener que hacer kilómetros diarios para tener este contacto tan necesario.
Algunos de los beneficios son los siguientes:
- Refuerza el sistema inmunológico. Al estar en contacto con todos los microbios de la tierra ayuda a desarrollar defensas y les protege de algunas enfermedades.
- Promueve el respeto y el amor hacia la naturaleza.
- Aprender a trabajar en equipo y cooperan juntos para cuidar el huerto.
- Descubrir el ciclo completo del alimento desde la siembra hasta que está en su plato, y aprenden a valorarlo.
- Trabajar la espera y la paciencia observando día a día los cambios que se producen.
- Desarrollar habilidades de cuidado y mimo.
- Descubrir la relación causa-efecto ya que hay muchas diferencias cuando cuidan bien o no su huerto.
Y lo mejor de todo es la satisfacción de compartir con familia y amigos lo que con mucho trabajo y dedicación han cultivado.
Por todo esto, y por muchas cosas más, seguiremos promoviendo el huerto familiar para todos. Llenemos las casas, los balcones, los jardines y los patios de plantas, de huertos, de árboles frutales.
Una de las mejores cosas que he hecho en mi vida: tener un huerto